Estrés, daño cerebral y enfermedades neurodegenerativas

El primer post del año lo dedicó al ESTRÉS en las enfermedades neurológicas con las que lidio diariamente. El estudio del estrés es apasionante y tan extenso que aquí sólo voy a dar algunas pinceladas sobre el concepto y la relación que le veo con el daño cerebral, las enfermedades neurodegenerativas y los cuidadores.

El término “estrés” fue introducido en el campo de la salud por el fisiólogo Walter Cannon en 1932 pero se popularizó con Hans Selve en 1956. Este concepto, tomado de la ingeniería, hace referencia a los cambios psicofisiológicos que se producen en el organismo como RESPUESTA a una situación de SOBREDEMANDANTE o AMENANZANTE para la que no tenemos una respuesta “inmediata”.

La respuesta de estrés cumple una función ADAPTATIVA en la supervivencia del individuo. Implica la movilización de los recursos fisiológicos y cognitivos disponibles ante una situación a primera vista AMENAZANTE mediante la activación automática del sistema nervioso autónomo y el sistema hipotalámico-hipofisario-suprarrenal.

Si la situación estresante/amenazante tiene una duración limitada en el tiempo podríamos hablar de respuesta de estrés a CORTO plazo a diferencia del estres CRÓNICO cuando la situación se prolonga en el tiempo o van encadenándose situaciones PERCIBIDAS como sobredemandantes a lo largo del tiempo, como ocurre en el daño cerebral y las enfermedades neurodegenerativas.

Lazarus y Folkman en 1984 ampliaron la teoría de Selve poniendo en relieve la importancia de los factores PSICOLÓGICOS/COGNITIVOS como moduladores en la respuesta individual de estrés. Según los autores, ante una situación nueva/inesperada, se producen tres EVALUACIONES:

  • una valoración PRIMARIA, en general rápida, automática, en la que determino si la situación es amenazante, o no, seguida de una valoración SECUNDARIA, en la que analizo los recursos de los que dispongo para hacerle frente y controlarla, y, por último, una REEVALUACIÓN de mi interacción con esa situación: “¿la estoy gestionando adecuadamente?, “¿se está solucionando?”, “¿la controlo?”.

 

Carver, Scheier y Weintraub describieron en 1989 los dos tipos de ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO que utilizamos para hacer frente al estrés: las centradas en el PROBLEMA y las centradas en la EMOCIÓN. Las primeras van dirigidas a cambiar la situación y resolver el problema, las segundas a gestionar el distrés emocional que provoca la situación.

No todas las situaciones son amenazantes/estresantes, la valoración subjetiva que haga de los recursos personales que tenga para hacerle frente y resolverla determinarán si lo es, o no, pero sí hay algunas características que aumentan la probabilidad de que una situación sea percibida como tal. Éstas son, que sea IMPREDECIBLE e INCONTROLABLE.

El DIAGNÓSTICO de una enfermedad neurodegenerativa o sufrir un daño cerebral tiene estas características puesto que implica una situación nueva, inesperada, impredecible e indeseada, que va generar una primera respuesta de estrés en el afectado y los familiares, va a movilizar los recursos personales y familiares para hacerle frente y, dado su carácter crónico, va a poner a prueba tanto los mecanismos de afrontamiento como la resistencia física y psicológica de todos los implicados. En casos en los que la enfermedad evoluciona con brotes/crisis como en la esclerosis múltiple o la epilepsia la impredictibilidad de éstos puede agravar el estrés asociado a la enfermedad y en el caso de las enfermedades neurodegenerativas, la misma progresión de la enfermedad generará la aparición de nuevas situaciones “estresantes” que habrá que hacerles frente.

La INTERVENCIÓN con los cuidadores/familiares va a ir encaminada a identificar y optimizar sus propios mecanismos de afrontamiento, asesorarles y ayudarles en la toma de decisiones , orientarles en el uso de los recursos sociales/comunitarios y fomentar el apoyo social.

 

Se han quedado muchas cosas “en el tintero” pero espero que el post haya servido como reflexión a las situaciones de estrés que viven pacientes y familiares para tenerlos en cuenta cuando evaluamos al paciente e intervenimos con él y sus familiares/cuidadores.

Bibliografía: Amigo Vázquez I. (2018). Psicología de la salud. Madrd: ediciones Pirámide

Imagen de portada de Freepik

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